Ella no lo había visto en el interior del coche, pues era uno diferente que le había prestado uno de los camellos.

Lo esperaba impaciente con un vestido entallado, rojo como sus labios, unas sandalias negras y una americana sobre sus hombros.

Había teñido su pelo. Ahora, era mucho más claro.

No tenía a la vista los tatuajes que antes lucía con orgullo.

Ryan, apenas la reconocía y apostaría a que olía a algún perfume caro. 

Abrió su cazadora rota y sacó la bolsa con la hierba en su interior. El aroma se expandió por sus fosas nasales. 

«Eso me aclaró la mente». Le dijo días después a sus colegas.

Así que, encendió el coche, lo hizo rugir y se fue a saborear la hierba solo, lejos de allí.

A ella le pareció verlo en el interior de aquel viejo coche. 

«Estoy segura de que era él». Le dijo a sus nuevas amigas del Club de Playa.

Nunca más volvieron a verse.

Lo sé, soy un asistente virtual malvado, pero es un final feliz, y sino lee final triste.